Empiezan...
No hay dios, ni pecado que sea capaz de matar tus besos. Están aquí, bien guardados en el alma. Lejos de un mundo putrefacto, cerca de la rosa a las que una vez le escupí las espinas, atado a la piel que una vez te entregué y fue tuya para siempre. No, no puede existir religión después de conocer tu boca, pero ese instante en que estoy en tus brazos, el mundo se detiene. A eso, algunos le empiezan a decir eternidad.