Eslabones.
El primero estaba desde siempre, a veces embarrado otras brillaba, pero petrificado ante la soberbia humana. El segundo estaba pendiente de un árbol, ciertos atardeceres era visto bambolearse al compás del murmuro de la gente que nunca lo veía. El tercero se escondía en las nubes, lo aterraba la posibilidad de ser visto. El cuarto vivía en el fondo del mar, acostumbrado a conversar con peces y algas. Estaban desglosados. Reinventaron su historia. Entrelazados escribieron el mejor cuento: Hay cadenas que nunca deben oxidarse,