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Mostrando entradas de febrero, 2022

Guerra.

A los que toman decisiones, no les importa más que su vida, no escuchan los gritos tampoco las lágrimas. No les importa Rusia,  ni Ucrania, tampoco Palestina, ni los blancos, ni los negros. No tiene sentido toda esta mierda, nos hundimos  nos ahogamos, explotamos. Mucho dolor en el aire, desazón en las calles. Bienvenidos a la guerra,  el veneno más certero del futuro.

Cansado...

Hay un acuerdo tácito entre el olvido y yo, golpea la puerta antes de entrar. Abro, parece que va arrasar, pero va al living toma una copa, dos, tres... Sin pedir permiso, agarra un trozo de queso, luego otro de jamón, un par de aceitunas. Entre trozos me mira, no dice nada, parece que no piensa decir nada. Vuelve a tomar, otra copa, y otra. Mira fijamente el hogar, arden los pedazos de las ramas que la tormenta dejo en el suelo del patio.  Yo amo los hogares, la magia del fuego que todo lo consume, que todo lo transcribe en cenizas.  Pero esa noche, él tenía la primera fila. Yo solo lo miraba desde la esquina que va a la cocina. Nunca dijo nada, solo comía, miraba el hogar, a mí y comía. No quise mirar el tiempo, pero las horas avanzaban cómo la típica jugada de ajedrez, ahí estaba meditabundo hasta que miró su reloj, se percató de algo, dejó la copa casi vacía y caminó hacia la puerta. Esta vez se dio vuelta, me miró fijamente, desvío su mirada y cuando volvió solo dijo antes de cerr

Quién

Quién define el bien y el mal?  Quién le dijo al sabio que es sabio? Quién le dijo a los regidores de la moral qué son los regidores de la moral?  Quién, absolutamente quién les dijo que tenían la verdad a los que dicen tenerla?  Por qué les tengo que creer a los que dicen que hay que tener más para vivir mejor?  Por qué, cuatro deciden y el resto acata? Por qué todo lo que se presenta ante mis ojos tengo que tenerlo?  Por qué me tengo que salvar solo, si yo no vivo sin el resto?  Por qué no puedo creer en el amor,  si me salva  cada vez que llegó a tus labios.

Feriantes de promesas.

 Cuchichean los bastardos, mezquinos feriantes de promesas. Cocen al calor de la tarde,  todas las pavadas en un altavoz que todos oyen, pero nadie alcanza a ver. Es una calle interminable, de colores desteñidos  de sueños que navegan en la boca de tormenta. Ahí está cada uno con su oferta,  quitándole pétalos a las margaritas, hasta caer el sol,  hasta nacer la noche, hasta que abramos los ojos.  

Resultado.

No existe  un atardecer tan perfecto como tus ojos, ni tormenta tan insurgente  como tu alma. De tanto saltar en el tiempo  caigo en abriles sin colchones de hojas, en vacíos de una memoria  que no llena el silencio. Las heridas son mariposas,  vuelan caprichosamente sobre el último beso; ríos de espinas de bordes filosos, última resaca de la noche. El amanecer es un capricho del arcoiris,  pero estoy de pie, como siempre. Juego a la esperanza todos los días,  pero la vida ya sabe el resultado.