Intenté armar una huerta, pero tenía que desarmar los prejuicios. En vez de armar desarmé la tierra dura con la pala de punta, con la fuerza que me queda de los años. No era tirar una semilla y esperar, simplemente es trabajar la tierra en vez de maltratarla. Amarla hasta el cansancio, por qué la tierra es para todos, no para pocos. Sembrando se cosecha futuro, nuestras manos para las próximas generaciones, la revolución empieza por un puñado y permanece si dejamos de mirar al cielo para mirar al otro a los ojos. Vale el mundo que puede tener más de una huella, más de una mano, más de una voz para que vos creas que todavía existe la esperanza, esa es la última semilla que nos queda...