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Mostrando entradas de junio, 2020

Me quiere, no me quiere...

Me quiere, no me quiere. Me quiere, no me quiere. Que hago? Me quiere, no me quiere. Me quiere, no me quiere. Vale la alegría? Ya ganó demasiado la pena. Me quiere, no me quiere. Me quiere, no me quiere. Existe, no es el final del túnel, pero la luz enciende al alma. Me quiere, no me quiere. Me quiere, no me quiere. Nunca supe por qué desojé ese tiempo tan lacónico con demasiadas lágrimas. Me quiere, no me quiere. A veces lleva demasiado abriles quitarse las espinas del alma.

Romance del sol y la luna en pandemia.

De qué te enamoraste: De sus miedos, de su boca, o de ese volcán que estalla, cuando su mirada entra en corcondancia con la tuya? Qué fue lo que te sedujo? Su constante desprecio a la envidia? Su libertad que viaja por el cielo, mientras desde la tierra todos la miran? Ya vendrán las estrellas, a contarte si vale la pena esperar demasiado. Ahora todo será desesperación, miedo, resistencia, sociego. Llegará el fin de la contienda, la ansiedad asomara el pico, un segundo mirarán sus almas. el eclipse será el orgasmo.

Una poesía.

Una poesía se atravesó en sus ojos, en cascadas caían los versos en la calle,  en la almohada,  en su cuerpo. Una poesía logró incrustarse en su garganta, y los versos confesaban su pasión tímidamente, para evitar el siseo desmedido de una tarde tan desigual. Una poesía  buscó el modo para llegar al atardecer, sin saber o quizás a sabiendas que el momento es el único prójimo capaz de tocar en su puerta.

El descanso del demonio.

Alguien balancea el compás de los demonios, rendidos sin fuerzas, llegan a la punta de la mañana para decir adiós; hasta la próxima vez. Epopeya, entre lágrimas va fatigada la cadencia. En cada paso dejamos de ser nosotros para que el viento nos transforme. Hasta los pies llegan esquirlas de una guerra que nunca fue nuestra, pero nos llaman. A levantar armas, a clavar el puñal por la espalda, nos llaman. Ojalá que no tengamos que escupir ataúdes por las calles, ni que nuestras casas tengan aroma a Jazmín.

Sosegarse...

Sus ojos son de fuego, su boca de viento, su cuerpo una poesía apocopada al suspiro. Sueña con un mundo mejor, y no sabe en realidad, que la utopía grita en su alma. El cansancio es un bálsamo, las voces petulantes una afronta para su espíritu. Aún herida es capaz de conjugar todas las tormentas. Todos los infiernos llegan a su frente como un recuerdo. Todos los tiempos llegan a su piel para sosegarse del humano y sus misterios.

1969

Era un mar, y mí voz navegaba como delfines en busca del sonido falaz del firmamento. Llegué a la costa, el ensordecedor paso del hombre, gobernaba. Bailaban con los pies en la arena, bebían hasta el hartazgo, reían sin saber por qué. Los colores se apagaban, ni el día ni la noche querían o deseaban. Una nube de alquitrán, llegó después de mucho tiempo. El telón se corre, los asientos están vacíos, a duras penas se escucha algunas líneas, las piedras preciosas son esquirlas, toda poesía nace en el adiós...

Usted...

Sepa que usted no es una debilidad, ni una princesa. Sepa usted que no camina por ninguna estrella, tampoco surca cielos, ni lleva en sus manos una espada. No,  nada de eso. Sepa usted  que no causa heridas,  ni viene a curarlas. Usted no hace sufrir, no es culpable de nada. No, nada de eso. Sepa usted que yo sé que no viene a golpear ninguna puerta, ni quiero que se atreva a pedir perdón,  usted no ha venido para eso. Usted está aquí  ha traído su tormenta para juntarla con la mía, usted viene abrazarme a pesar de sus heridas, y eso en definitva es lo que para mi, la hace perfecta.

Tic-Tac.-

Arderán las nubes, el sol, se apagarán todas las luces. El reloj irá perdiendo sus manecillas, el silencio viene cabalgando, arransando con todo ni siquiera sacó sus espadas.. Préstale atención al recuerdo, también desaparecerá. No sabrás quién eres, ni a dónde vas. Ni por que todo se vuelve oscuro. Abrirás los brazos, caerás al vacío, tic-tac. Silencio.  El último intento del hombre es entender quién abre la puerta. Es la nada, lo que no sabe la nada es que es el punto de partida. (Nosotros si, pero nunca hacemos nada)

El otro...

El otro, siempre el otro. El otro para crear, para sentir, para ser, para bordar cielos o conquistar infiernos. Para ganarse la pan y renunciar a la bendición superflua del infinito. El otro para navegar en la tormenta, o cantar  y emborracharse al costado de una fogata en la madrugada. Caminar, caer y levantarse, rodar como una piedra inmensa, o  permanecer inmóvil, cómo el instante que pasó cuando se cruzó frente a un espejo. El otro, tan desigual a uno, viajeros hacía la misma estrella, nuestros brazos para cruzar el río. El otro, tan presente, tan humano. El otro, ese bálsamo antes del fin, antes de ser devorados por la niebla, por que el olvido llega y es mucho más fácil enfrentarlo de a dos.