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Mostrando entradas de octubre, 2021

Pelusa.

Estar triste, preguntarse por qué, eso de extrañarte, lagrimear por los rincones... Has resucitado las veces que has querido, nunca ondeaste la bandera blanca  ante los poderosos, hiciste felíz a tanta gente... Pecador como todos, " el más humano de los dioses" dijo Galeano. Habrá homenajes pero el fútbol llora igual. Que te hicimos pelusa  para que no quieras vivir más?  Solo era un pibe que quería jugar a la pelota. El hombre hace del hombre iconos, para después hacerlos pedazos. Solo era un pibe que quería jugar a la pelota, pero la vida lo transformó en el Diego de la gente.

Eslabón...

Yo sé que para volar, se necesita algo más  que un par de alas. Es inútil elevar los brazos, sentir a dónde diablos va el viento. Hay que partir, el último eslabón de la cadena  la tormenta espera saltar, bailar,  gritar lo que lleva adentro. Hay un caos que tiene que explotar  para que sea semilla, y después la flor de nuestro paraíso interno.

Manos...

Manos. Para crear,  amar y abrazar. Estas son mis manos, para contener, curar, para dibujar en el aire  un corazón que nunca se va cansar de latir. Aquí tienen mis manos para construir, para usar como vaso y beber agua  cómo herramienta para trabajar la tierra. Estas son mis manos,  gastadas por el tiempo  pero con ganas de hacer el amor  en ese éxtasis que explota en el suelo  cuando se le escapa una lágrima a la locura. Aquí están, para ser cuna, o canción,  para ser revolución permanente, para tomar tu rostro y contarte en un beso, todo lo que te amo. Estas son mis manos, están para abrazar al otro, para contener miedos,  multiplicar esperanzas. Estás son mis manos, están para levantar la bandera de la empatía  y restarle un poco de mar al olvido.

Alimento.

Lágrimas  cómo teclas gastadas de un piano, o cuerdas  que a punto de romperse  le regalan al tiempo  una canción. Quizás ese algo no fue suficiente, no sé. Las alas se dibujan al principio nunca al final. La suerte nunca perdonará ese cristal roto con palabras, ni dejará de conjugar con su desprecio  las veces que le di la espalda. Ni del viento, ni de las piedras, ni del horizonte, ni del amor, ni del odio  en sus bemoles. El olvido toma el último beso  cómo único alimento.

Tan reales...

En la tormenta, pateo flores de lodo, vomito  piedras, lloro ríos que llevan a mares interminables. Soy olvido, bebo el té descalzo en las espinas, juego a contar  cuántas veces la nostalgia salta en la memoria. El interior es un vaivén constante  entre el negro y el gris, nunca en el medio. En el infinito está el amanecer, en el alma, baila la noche hasta caer agotada  y flotar entre poesías absurdas, entre besos que solo aparecen en los sueños, pero se sienten tan reales...