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Mostrando entradas de noviembre, 2019

La muerte no sabe la vida que se pierde...

En las escamas del infinito el hombre puede tejer su gloria, con la última bocanada dejar leyendas para la posteridad. Cada paso es un vendaval, un instante lujurioso del mañana. Un respiro del pasado, un trozo de máscara que se le cae al futuro. Hay momentos, los imprescindibles se quedan, los importantes luchan, los innecesarios ya son patrimonio de la nada. Por que ahora soy, ahora vivo, ahora lucho. La muerte no sabe la vida que se pierde.

Hay para...

Hay para cada uno un cielo un infierno, una sonrisa, una lágrima. Hay para cada uno una poesía, una gesta, un mañana. Hay para cada uno paz, guerra, amor... Pero para todos hay utopía, solo basta huir, huir despavoridamente de aquellos que dicen amar la paz, pero en el fondo solo quieren la guerra.

Ansiedad.

...Y que tus soles derroten mis tormentas, los míos alumbren más tu arcoirís; no tengo claro el sentido del tiempo, pero si se donde quiero que termine mi mundo. Las madrugadas parpadeantes de tu boca, la quietud de tu piel en la siesta, tus miedos en mi boca y mi inocencia en tus senos. Ese delirio espasmódico que produce tu nombre, esa manía de unirlo con el mío en mis pensamientos. Vuela, para besar al cielo con tu boca de fuego, permanece en el horizonte, así te sigo... ...Y que tus soles derroten mi tormenta, y los míos protejan tu independencia, no tengo claro dónde va el tiempo, solo se que detrás hay un mundo contigo...

Soy un barco.

...Y yo tengo miedos, y deseos, soy un manojo de nervios, juego con las estrellas, al mismo tiempo que miro al sol en una siesta placentera de los sentidos, a las cuatro de la tarde. ...Y tengo silencios y grito mis gritos, beso mis rincones, muerdo mi lengua, para que no vea la luz mi pensamiento, pero es inevitable. Las máscaras estallan a la hora señalada cada uno recoge la parte que le queda. Nada dura para siempre, ni siquiera la nada, ni siquiera el misterio, algún día sabremos a dónde vamos. Ahora soy un barco, en el medio de un mar de acordes, soy un barco rodeado por una tormenta, soy un barco al que le apuñalaron las velas, pero todavía flamea en las lágrimas que deja sembradas un mundo que aún no se reconoce.

Pobre.

Pobre el que no actúa, el que se deja pisar el que no sueña, pobre aquel que se cansa de luchar. Pobre el que bastardea al otro, pobre el que se olvida de donde vino por pensar que sabe a dónde va. Pobre el que no protesta, el que no grita su locura, el que se queda lamiendo sus cicatrices, o aquel que no camina sobre el mar de lágrimas que una vez supo llenar. Nos cansamos de esperar el vaso lleno, la bondad del mercado, nos gobierna la pleitesía de la plutocracia. La pobreza no es material,  es espiritual, por que el otro es otro y son en él, como el puede ser en mí. Como todos podemos ser utopía en el barro, sin pisar la memoria, poniéndose de una vez por todas las alas para empezar a volar.

Las cruces de los muertos...

En la punta de la tarde, el sol pinta su estratagema, ondulando su epopeya hasta que despierta la luna. Hay pasos borrados entre segundos vanidosos, dispuestos a hostigar entre cuerdas a oxidados vencedores. Quién tiene verdades para rifar, quién puede apropiarse de algo que no existe? Si las luces apuntan a un solo lado, la oscuridad ganará cada vez más terreno. Todo el día, todas las horas y minutos todos los segundos, todos los instantes se ahogan en las cruces que van dejando los muertos.