Sin dilemas.
No tiene dilemas la mañana, sin permiso golpea la ventana mostrando una silueta que huyó de un sueño anterior. El alma, sin embargo no logra despertar, quiere permanecer ahí, inmóvil, impávida ante la gravedad de una resaca invernal inagotable. Mareado, dando tumbos por el espacio presto a encontrar un punto para encaminarse, somete su firmeza al silencio, al poder inagotable del escepticismo. De todas formas quiere quedarse, aún siendo una quimera vale la pena pero la ficción nunca puede contra el olvido. Cada mañana es una lucha entre el todo y la nada, entre llorar y reír, caminar o permanecer en el suelo. Vagabundos, ricos soberbios, humildes los mismos rostros cortados por la misma tijera, el creador es un dibujante prepotente un arquitecto obstinado; pero cada grito es un bostezo, la mañana ha venido para quedarse, y aunque sea por unas horas a veces, suele ser para siempre.