El sistema hace su negocio, nos hace jugar su juego. Jugamos a quien ama más, quien odia más, quién es más de izquierda o derecha, más humano o más malvado. Las piezas se mueven en el tablero de la vida, juegan como actúan en una obra, las marionetas de un creador al que nunca se le vio la cara. Quién vuela más, quién escribe más, quién fantasea más, quién hace más el ridículo, o cuántas veces jugamos a ser héroes, en un mundo al que se le agotan las ideas. Hay un juego, una tribuna que agita la pavada, un espectáculo que nos tiene a todos en la cancha y a uno pocos en la tribuna, riéndo sin parar, extasiados de placer hasta perder la razón. No les importa, no les importamos, nunca le importaremos. Corremos detrás de una quimera y el sistema le puso como nombre necesidad. Ojalá algún día despertemos, ningún sueño florece sino somos capaces de tener los ojos abiertos, nadie es más que nadie, nadie se salva ahogando a otros el mar es inmenso, la poesía es agua dulce, amarse y amar a