Yo...
Yo me pierdo, me encuentro, me envuelvo; sin pensarlo me desato en ese cónclave de estrellas, a las veintitrés. Río y lloro, corro, camino y caigo en ese desdén tácitamente orquestado por la nada. La luna escribe con minúsculas su perfidia, en un rincón de aquel bar al que todos llegan, por soñar demasiado. Entre tanto murmuros hay silencios, ahí está el deseo bailando sin vacilar mientras otros buscan su lugar en el universo.