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Mostrando entradas de enero, 2022

A veces poesía...

 A veces, poesía se reduce a un alma desnuda enfrentándose al filo de mil espadas. Baila y mira al cielo,  con la última lágrima pide un milagro,  nunca llega,  nunca... Cómo si fuera poco,  las calles enmudecen  van apagándose,  cómo el recuerdo del primer beso. A veces,  poesía es la última gota de sangre  desapareciendo del murmullo de la memoria, poesía es el último beso de la locura  antes de perderse bajo la lluvia. No queda más polvo de una utopía, ni agua para hacer barro, a veces poesía es la última bocanada de aire  para que todo vuelva a empezar;  una y otra vez  para siempre.

Mí casa.

No es de ladrillos tampoco tiene puertas,  nunca tuvo ventanas. Nunca sería de madera, jamás tendría dos pisos, ni demasiadas luces. Podría estar rodeada de árboles, en su fondo tener aroma a limón  o naranjas. Estaría cerca del mar, o de un lago, para sentir como apacigua a  la bestia el sonido del agua. No tiene dirección, tiene luces y sombras. No tiene llaves, ni camas, ni sábanas. No existe dirección, mí casa es el aquí y ahora.

Último escalón.

Ángeles presos en un infierno escrito por el cielo,  lágrimas de libertad derraman, caprichosamente. El final es solo una mentira del comienzo, vino borracho de amor  a tomar los jazmines,  tiene en la boca cien, mil espinas. En el gris que pintó el destiempo, los pájaros creen que existe el arcoiris. Ni las hojas, ni el sol quieren aparecer,  a escondidas vomitan su prosapia. Los ladridos del horizonte no acompañan, no retumban los latidos. En el último escalón del túnel, sueño que te olvido.

La última semilla.

Los bosques mueren, los animales mueren las plantas mueren, la tierra muere. No la culpen, está cansada de abrazarlos a todos. Seremos los huérfanos de una tierra árida, somos la creación que hizo mierda todo, hasta en el último ser humano  estará pegada la culpa, la misericordia le dejó la última semilla a la miseria, puede pasar cualquier cosa. Nunca supo la humanidad que está de paso, nunca quiso ser parte de las estrellas,  ni de las montañas,  ni custodiar los amaneceres para ver al sol. Se habrá dado cuenta de las veces que le habló al oído el aire?  Estamos cerca de la última gota, del último fruto, del último latido, del último recuerdo, estamos a nada de cerrar los ojos, todavía algunos creen que pueden ser eternos...

Cementerio del alma.

En la entrada oxidada, allí estaba, acostada, sin más abrigo que las estrellas. Los penitentes pasaban, dejaban sus lágrimas, lamía cada una  hasta dejar roja su lengua. De vez en cuando bailaba, desnuda al compás del bronce, algunas veces de plata. Usaba la tierra para dibujar corazones en el aire, o bocas perfumadas  de la que una vez habló la lluvia. Pasan los almanaques en la puerta de madera,  pasan las flores,  los lamentos, las lágrimas; solo queda el minuto que pasó de uno mismo,  en el mismísimo cementerio del alma.

Vino a cobrar...

Sube los escalones de seda, el viento acompaña,  los perros ladran tímidamente,  despiertan los miedos. Los ojos se ponen vidriosos, una vez más,  sin saber por qué. Está vez, los ríos no traen agua... Qué nombre tiene la sombra  que detrás de la ventana aparece? Llegan los ecos de los tambores,  será otra batalla? No soy de fierro, soy de carne. Mi corazón es de acacia negra, el olvido vino a cobrar la vida que no viví.  

Despertar al futuro...

Ay, es un mundo demasiado cuerdo. Todos quieren tener más, todos quieren ganar más, pero nadie se anima a vivir mejor. Quién escribió esta realidad? Quién pudiera borrar esta parte  para escribir algo mejor. El planeta no durará para siempre, nosotros tampoco, la locura ya no riega los ríos, no bendice los pétalos  ni las hojas, ni la tierra. Tienen precio hasta nuestros latidos, nos confiscaron la sonrisa, nos quedamos de brazos cruzados cuando se llevó nuestros versos la pavada. Ojalá el presente pueda despertar al futuro, el pasado hizo mucho daño y nadie todavía se anima a cobrarle la cuenta.

En el banco de la plaza...

En los pies del sol suspira aliviado el invierno. En el norte,  el sur espera con una rosa. Ni al negro ni al blanco  les molesta dar el primer turno, la hoja del árbol que parece tocar el cielo, confiesa que pasó la noche abrazada a la tierra. Todos los silencios bebieron su nota, para cantar en la esquina más famélica de promesas, su tristeza. Cada parada tiene su capricho  dictado por el mundo , escrito en tomos por una humanidad insensible. En la rayuela está el amor esperando su turno, mientras el odio salta aburrido. Nada tiene la experiencia para dar,  nada. Vomita sus recuerdos el momento. Nadie deja de mirar los ojos vidriosos de el dolor, ahí  en el banco  de la plaza. Ninguno le pone el punto final al aburguesamiento, ninguno. Todos caminan en círculos,  todos pisan la misma huella, ni siquiera el tiempo tiene piedad  con los que sueñan.