A la tormenta...

Ir a la tormenta,
desnudo como llegaste al mundo.
Sin coronas,
escupiendo las espinas de las rosas
que te regaló el misterio.
A cada lado del camino,
la marquesina tiembla con cada recuerdo,
somos nosotros y no otro
el que va caminando al silencio.
A lo lejos los que alguna vez te quisieron,
es tarde para volver a ser el niño que nunca nos atrevimos ser.
Solo queda el horizonte,
sonreir y luchar,
hasta que nuestra piel se mezcle con el polvo.
Ni epitafios, ni calles, ni aplausos.
En el único lugar que debe descansar la utopía es en la memoria de los que vienen atrás nuestro.




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