Modorra

Cada esquirla del vidrio 
muere en la sombra intempestiva de la estrella.
Pudo abrir los párpados
al mismo tiempo que la luz lloró en gramíneas su inocencia.

Un paraíso a la vez,
hasta llegar a la lujuria.
El instinto llega a su éxtasis,
cuando la luna mece en sus brazos la noche.

Nada, o quizás lo es todo.
Un viento interminable sofoca la espalda
 y al mismo tiempo,
las bocas porfiadas del pasado.

A rajatabla el frío aprendió a contar su ausencia,
el sueño siente la modorra al esperar su vigilia.
Ojalá que al misterio le vaya bien
cuando el olvido se atreva a tocar la puerta.

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